Llegué a una casa parecida a la mía: el mismo ruido desesperado de la puerta abriéndose, los tres escalones que la separan del mundo, la misma gente.
Entré y no me sorprendió verme leyendo en el sillón con las piernas cruzadas, viejo.
Pregunté si nos conocíamos pero no obtuve respuesta, después pregunté por ella.
Ella no estaba.
Subí hasta el dormitorio y una mujer dormía: el mismo cuerpo, la misma cadencia de inspirar y expirar los sueños.
Estaba cansado, me acosté a su lado.
Manuel Menassa de Lucia
viernes, 11 de diciembre de 2009
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No sé porqué recordé una anécdota de la vida de Freud... pienso, simplemente en muerte ¿he sido conducida voluntariamente a eso?
ResponderEliminarMuchas Gracias clarisa por tu comentario.
ResponderEliminarYa sea voluntaria o involuntariamente, pero de seguro que en el futuro nos encontrará la muerte.
En el recuerdo existe la sobredeterminación inconsciente, ¿Cual es la anécdota?
Yo ahora me acorde del ejemplo del olvido del nombre Signorelli que está en el texto de Freud de psicopatología de la vida cotidiana. Se juega en el olvido la conjunción de Muerte y sexualidad.
Un saludo.
Gracias por permitir está breve pero productiva conversación.
Es un placer leerte Manu, admiro tu escritura, siempre había escuchado tus poemas de tu voz, pero leerte es otro viaje, que bueno. Un abrazo compañero
ResponderEliminarMarta gracias por tus palabras.
ResponderEliminarUn abrazo compañer!
también el texto permite pensar en la extrañeza, en la ajenitud... en el otro de uno (la icurable otredad que padece lo uno)... no lo sé... un gusto leerte... mi saludo, h
ResponderEliminarGracias por tu comentario Huggh.
ResponderEliminarUn saludo, te deseo un 2010 cargado de poesía.